Uno de los rasgos distintivos de nuestro tiempo es la sobre estimulación exterior, la vida se ha vuelto una serie de estímulos asfixiantes que vienen de afuera (móviles, pantallas luminosas, música, vídeos). El ser humano es ahora ese animal que nunca se detiene y marcha sin pausa, celular en mano, al desarrollo, al éxito empresarial, a la vorágine mercantil.
¿Hay aún homo sapiens que se detienen a reflexionar, a cuestionarse el sentido de la vida, o a mirar simplemente las estrellas?
No, no hay tiempo, el progreso exige acéfalos que sólo actúen y nunca jamás reflexionen.
Ahora. Más allá de todos los males que vienen con el malhadado coronavirus (ancianos y niños en situaciones de riesgo, hospitales colapsando, sistemas económicos paralizados), el aislamiento y esta paralización global quizá nos ha permitido hacer aquello que nos distingue como la más enigmática criatura que camina por este planeta: pensar.
Antes de que las pantallas de nuestros celulares nos hipnotizaran y la bulla de las calles nos aturdiera, era muy importante detenerse, meditar, leer buenos libros que forjaban nuestros valores e ideas, mientras nos confrontaban con nosotros mismos en arduos ejercicios intelectuales que esculpían una identidad, una visión y una interpretación propia de la realidad.
Es cierto que el enfrentamiento personal, la lucha con los demonios del fuero interno, suele ser durísima. En nuestra mente residen nuestros peores temores, taras y angustias más lapidarias. Pero quizá ahora, casi obligados por la cuarentena, vayamos a desempolvar nuestros libros, leamos algo digno de comentarse en la mesa familiar, meditemos sobre lo que estamos haciendo o no haciendo bien y, finalmente, le saquemos provecho a este descanso que está teniendo de nosotros nuestro agotado planeta.
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Imagen tomada de la revista New York Times |
1 comentario:
Tienes toda la razón Jaime, aunque algunos tratamos de vivir así desde que renunciamos a los honores del mundo en nuestra juventud. Como ya lo parafraseó Facundo Cabral: Deseo poco, y lo poco que deseo,lo deseo poco. Un abrazo.
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