lunes, 20 de abril de 2015

Defensa de la libertad de pensamiento

No concuerdo con Mario Vargas Llosa en todo. Pero cuando leo en los medios ataques sin argumentos, cuestionamientos sin ideas y ofensas pusilánimes, no puedo sino indignarme. Es más fácil lanzar la piedra bajo la protección del anonimato, que firmar tus palabras en la Internet, y es mucho más fácil sumarse a la turba, que postular solitariamente a una defensa.

Mario Vargas Llosa, que en su juventud defendió las ideas de izquierda y era un fiel seguidor de Sartre, cambió y se ha vuelto el liberal-demócrata que a muchos izquierdistas demagógos les apesta. ¿Resulta tan terrible y condenable ese cambio? No. Todos tenemos derecho a cambiar de pensamiento y a continuar fieles con nuestras nuevas ideas. De no ser así estaríamos condenados a ser pensadores estáticos, casi muñecos de cera destinados a morir con la primera idea que abrazamos.

Puedo disentir con el Nobel en muchas cosas, pero si éste autor defiende sus ideas con buenos argumentos, entonces a pesar de no estar de acuerdo con él, lo respeto. Esto no es una defensa de Vargas Llosa en estricto, sino de la civilización, de la capacidad de argumentación.

El propio Nelson Manrique, antagónico y muchas veces crítico con el Nobel, ha manifestado que al pasar “por su ruptura con la revolución cubana y su posterior abandono de ésta causa, para arribar al liberalismo social” lo hizo “con la misma pasión vital con la que siempre abraza sus compromisos políticos e intelectuales."

Uno puede opinar libremente sobre lo que le parezca correcto, y si lo hace con pasión, independencia y además elegancia, qué mejor.

Por eso infiel lector, que disfrutaste de “Conversación en la catedral” y que gozaste con las aventuras del poeta en "La ciudad y los perros", recuerda que puedes ser un enigma, un detractor, pero nunca un bárbaro, de lo contrario no entendiste nada.


Fotografía de Daniel Mordzinski
Fotografía de Daniel Mordzinski