Esto no es una defensa de Alberto Fujimori, que falleció recientemente y merece todas las críticas y condenas que hoy se expresan. Ojalá los peruanos condenáramos a todos los dictadores con la misma firmeza con la que ahora repudiamos al corrupto y autoritario Fujimori.
Creo que todas las dictaduras, sean de derecha o de izquierda, deben ser rechazadas sin excepción. Por eso, no puedo evitar señalar la hipocresía de muchos moralistas que hoy condenan el régimen autoritario que sufrió el Perú en los noventa, mientras que al mismo tiempo admiran a dictadores como Fidel Castro o Velasco Alvarado, y se demoraron mucho en reconocer a Hugo Chávez y Nicolás Maduro como autores de una dictadura sanguinaria (algunos sólo lo hacen, sin convicción, ante cámaras como estrategia política).
Debemos tener claro que no existen dictaduras buenas, algunas pueden ofrecer la falsa coartada de la prosperidad económica, o de la lucha por la igualdad y la justicia social, pero, al final, los regímenes autoritarios nos despojan de bienes valiosos como la libertad, la capacidad crítica y el individualismo.
Espero que la muerte de Fujimori simbolice el fin de la preferencia por los regímenes de mano dura y que marque el inicio de una verdadera conciencia democrática en nuestras mentes.
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