domingo, 19 de abril de 2020

¿PARA QUÉ LEEMOS?




Siempre he tenido la triste impresión de que los libros (y por lo tanto la Literatura) son cada vez más infravalorados. Escucho alarmado argumentos que anuncian que se puede vivir sin problemas prescindiendo de la buena lectura y solamente satisfaciendo las necesidades alimenticias: leer es solamente un entretenimiento, un pasatiempo privilegiado de pocos que cuentan con el tiempo y las condiciones. 

Casi nadie parece detenerse a meditar sobre los efectos y los valiosos aportes que las ficciones, las fabulosas historias impresas, han brindado a nuestra existencia.

Ninguna invención humana, como la Literatura, ha hermanado más a las personas, a través del tiempo y el espacio, y les ha permitido sentir lo que hace muchos años experimentaron quienes leyeron al Inca Garcilaso de la Vega, a Cervantes, a Victor Hugo, a Dostoievski, a Joyce y tantos otros. Leyendo a esos autores no sólo viajamos en el tiempo, hemos sido otros; reímos, lloramos, nos asombramos como tantos en todo el mundo siendo don Quijote, Jean Valjean, Rodión Raskólnikov, Leopold Bloom.

Viviendo otras vidas y otros tiempos, suprimimos taras atroces como el clasismo, el racismo, la xenofobia y otros males propios de mentes cerradas y chatas.

Pero la literatura no sólo ha extendido nuestra existencia, también ha enriquecido nuestro vocabulario, ha hecho que las palabras cambien, crezcan, se multipliquen y propaguen.

Somos lo que pensamos y cómo decimos lo que pensamos; cuanto más grande y vasto sea nuestro vocabulario, más grande y rica será nuestra existencia, mientras que, cuantas menos sean las palabras con las que contemos, más reducidas serán nuestras ideas, más cortas nuestras percepciones y viviremos menos.

Leyendo además se genera en nosotros un descontento con lo real, con este mundo que está mal hecho y que debemos cambiar. Qué mejor cosa que un buen libro, lleno de belleza y aventuras, para hacernos notar lo pequeña y aburrida que puede ser la vida. Al leer no sólo soñamos, despertamos queriendo que la vida sea como eso que hemos leído: lleno de colores, emociones, nobleza y valor.

Los libros nos han alentado siempre a ser mejor, nos han sacado de las cavernas y nos han llevado al espacio, a la supresión de la esclavitud, a los derechos humanos, a la solidaridad.

El alcance y los aportes que ha proporcionado la Literatura a nuestra vida, desde que nos sentábamos alrededor del fuego a inventar, es incalculable, es tan grande que si la quitáramos dejaríamos de ser lo que somos para barbarizarnos cada vez más y nunca conoceríamos lo que es la belleza.





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La lectura (1932) de Pablo Picasso 

domingo, 5 de abril de 2020

UN DESCANSO DE NOSOTROS



Uno de los rasgos distintivos de nuestro tiempo es la sobre estimulación exterior, la vida se ha vuelto una serie de estímulos asfixiantes que vienen de afuera (móviles, pantallas luminosas, música, vídeos). El ser humano es ahora ese animal que nunca se detiene y marcha sin pausa, celular en mano, al desarrollo, al éxito empresarial, a la vorágine mercantil. 


¿Hay aún homo sapiens que se detienen a reflexionar, a cuestionarse el sentido de la vida, o a mirar simplemente las estrellas? 

No, no hay tiempo, el progreso exige acéfalos que sólo actúen y nunca jamás reflexionen. 

Ahora. Más allá de todos los males que vienen con el malhadado coronavirus (ancianos y niños en situaciones de riesgo, hospitales colapsando, sistemas económicos paralizados), el aislamiento y esta paralización global quizá nos ha permitido hacer aquello que nos distingue como la más enigmática criatura que camina por este planeta: pensar. 

Antes de que las pantallas de nuestros celulares nos hipnotizaran y la bulla de las calles nos aturdiera, era muy importante detenerse, meditar, leer buenos libros que forjaban nuestros valores e ideas, mientras nos confrontaban con nosotros mismos en arduos ejercicios intelectuales que esculpían una identidad, una visión y una interpretación propia de la realidad. 

Es cierto que el enfrentamiento personal, la lucha con los demonios del fuero interno, suele ser durísima. En nuestra mente residen nuestros peores temores, taras y angustias más lapidarias. Pero quizá ahora, casi obligados por la cuarentena, vayamos a desempolvar nuestros libros, leamos algo digno de comentarse en la mesa familiar, meditemos sobre lo que estamos haciendo o no haciendo bien y, finalmente, le saquemos provecho a este descanso que está teniendo de nosotros nuestro agotado planeta.


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Imagen tomada de la revista New York Times