domingo, 7 de abril de 2013

Lo que queda de los poemas




El primer indicativo que percibí, la primera señal que tuve de que algo andaba mal en el mundillo cultural, fue una revista de poemas que un amigo había editado y muy entusiasmado me regaló hace años. El texto había sido realizado en Arequipa por un grupo de jóvenes poetas –sí, de esos que actualmente abundan- y lo que ahora recuerdo de aquello, lo que viene a mi memoria para graficarles lo que quiero contar, no es precisamente la belleza armónica y poética de los versos, no. Lo que parece haber quedado son las imágenes que antecedían a cada poema. Eran fotografías de animales, en su mayoría caballos, que aparecían teniendo sexo con mujeres. Esa aberración parecía ser el tema central de la publicación, ni siquiera recuerdo de que trataban los poemas, recuerdo la sorpresa, el escándalo, la desagradable impresión que esas fotos me causaron, nada más.

¿Ese es el fin de lo artístico ahora? ¿Se fabrican esos panfletos para escandalizarnos y ya? ¿Se hacen recitales de poesía para que escuchemos, hasta el hartazgo, palabras como vagina, senos, clítoris, pene y demás? Si en estos días esa es la finalidad del arte, de lo cultural, sin duda los nuevos poetas están logrando sus metas y cosechando muchos “éxitos”. Mi memoria es una prueba de que están cumpliendo su cometido, de que el escándalo es más fácil que el verdadero talento y que este puede ser soslayado, reemplazado por el barullo, la chacota; esas herramientas siempre tan infalibles para llamar la atención (lo único que al parecer buscan).

Después de aburrirme un rato con los poemas, termine echando a la basura el panfleto. Lo arroje –como suelo arrojar las secciones de sociales de los diarios- sobre todo temiendo que alguno de mis pequeños sobrinos lo encuentre y crezca vacunado para siempre de la literatura por la cruel idea de que es algo podrido y necesita de esas imágenes para sobresalir.

Nunca le dije a mi amigo lo que pensé de sus “poemas”, intento seguir la vieja regla de que “si no tienes nada bueno que decir de algo, mejor no digas nada”. Seguramente él y sus amigos seguirán haciendo de las suyas en su facilísima cruzada por escandalizar al mundo, alejados de las ya anacrónicas finalidades del arte: enriquecer el espíritu, generar reflexiones profundas, afianzar valores, mostrar distintas realidades y generar la necesidad de mejorar, entre otras.

Es una lástima que actualmente muchos poetas se canalicen solamente en lograr lo escandaloso, que sus escritos terminen en el inodoro del alboroto, que pasen sólo como pequeños destellos frívolos y, al final, no alimenten ningún apetito verdaderamente artístico.