No sabía que en su juventud fue vocalista en un grupo que también integraba el gran saxofonista Jean Pierre Magnet; que, como el entrañable “Zavalita”, había renunciado a una serie de privilegios económicos, que una familia muy bien acomodada le ofrecían, para volverse socialista; que es un gran bailarín a pesar de su discapacidad y que una de sus canciones favoritas es la polka criolla “el electricista”.
Definitivamente ha sido positivo enterarme en estas últimas semanas de todas esas cosas, me parece bueno que ahora su figura brille por reconocimientos bien merecidos, que hayan comentarios, de amigos y adversarios políticos, que indiquen que “a pesar de no siempre haber estado de acuerdo con su posición, es innegable que es un hombre de principios, íntegro,” ¡íntegro!, qué fabuloso poder decir eso de un político peruano, ¿no?
Es bueno todo ese reconocimiento a Javier Diez Canseco, pero, hay que decirlo, tiene un sabor agridulce porque todo esto coincide con su mal estado de salud y la injusta sanción que le impuso el congreso –sanción que ha sido anulada en la vía judicial y que, proviniendo de esa institución, resulta más bien una condecoración-. Debemos ser más justos, en el tiempo preciso, con los buenos políticos, sobre todo porque son pocos.
Toda esta actual difusión me ha recordado su infructuosa campaña política en la que fue candidato a la presidencia en el año 2006. Me ha traído a la memoria específicamente el eslogan de su campaña: “No miento, no votes por mí”, ¿se acuerdan? En las calles de Lima muchos lo leían y reían sin entender, “no votes por mí, qué cojudo, para qué se candidatea entonces”. Pero los cojudos éramos nosotros al no comprender que esa frase simple era un grito de protesta contra nosotros, los inicuos electores. Era una llamada de atención -que pasó inadvertida- a los que prefirieron a Fujimori tantas veces y a los que demoramos tanto en sacarlo del gobierno, era un jalón de oreja a los que decían que el grupo colina le era ajeno al chinito, que había que meter mano dura para salvarnos del terrorismo, que toda atrocidad era justificable. Era una recriminación a personas como las que en estos días quieren hacer pasar delitos de lesa humanidad como simples crímenes que pueden ser indultados.
Nuestra historia política es más triste que una película hindú, ejemplos de malos políticos hay muchos y por eso en esta ocasión quise hablar –como un contraste entre tanta cochinada- de Javier, del político peruano que nos decía que no votáramos por él porque no miente y no nos subestima, porque no dice solamente lo que queremos escuchar, porque es consecuente cuando se trata de sus principios, porque jamás se doblega y es coherente entre lo que dice y hace.
Espero que pronto su salud mejore y siga siendo un extraordinario ejemplo de que es posible ser político y también un hombre honesto.