domingo, 24 de mayo de 2020

LA CULPA DE RODIÓN



La trama del celebérrimo libro Crimen y castigo (1866) gira en torno a la profunda crisis psicológica que padece su protagonista después de haber cometido un terrible delito. Rodión Románovich Raskólnikov asesinó y robó a una anciana para obtener los medios que lo convertirían en el iconoclasta que soñaba ser. Su destino, él lo consideraba así, era ser un Napoleón, un renovador de su tiempo. Pero la manera en que ha iniciado ese “majestuoso” camino le pesa y agobia demasiado. No sólo ha matado a una vieja usurera, que abusaba de los apuros económicos de sus clientes, sino también a la noble hermana de ésta, que por una desgraciada casualidad estuvo en el lugar y en la hora incorrecta.

Meses antes del crimen, Raskólnikov publicó un artículo revelador en el que explicaba cómo los seres humanos se dividen en dos: los ordinarios y los extraordinarios. Los primeros son los más numerosos, los que abundan, conservadores que se sienten naturalmente empujados a seguir lo establecido, recelosos de lo nuevo e innovador; los segundos, en cambio, son escasísimos y nacen con el sello del agitador. En su fuero interno éstos están autorizados, no oficialmente, a delinquir, a prescindir de las leyes para guiar hacia el progreso a las naciones, sin detenerse por miramientos morales que los trunquen.

La idea de pertenecer al clan de los extraordinarios resulta atractiva, obviamente el protagonista de Crimen y castigo se sentía parte de ese privilegiado grupo, sin embargo, gracias a la convivencia con Sonia, (una espiritual y noble joven, que vive, más que por sí misma, por los demás) Rodión aprende el valor de la modestia y conoce la satisfacción que otorga sentir empatía, compasión y solidaridad. Su extrema y agobiante culpa se va tornando en arrepentimiento y reflexión, en humildad; mientras tanto sus delirios de grandeza se opacan y resultan vergonzosos, aborrecibles.

El proceso de cambio de Raskolnikov (narrado con una maestría que profundiza en lo psicológico) es largo, pero después de admitir su culpa y afrontar lo real, después de enfrentarse con sus demonios, el duro camino que recorre le hace hallar la lucidez necesaria para entender que todo acto de revolución, de mejora, parte de un sentimiento altruista, del deseo de hacer un bien por los demás.

Ojalá los políticos que, desperdiciando sus cargos, cometen impunemente actos de corrupción, reflexionaran y meditaran tanto sobre sus errores, como lo hace aquel maravilloso personaje creado por Dostoievski. Ojalá la culpa en ellos fuera tan grande que los hiciera cambiar a mejor. Sé que es ingenuo pensar así, pero es bello soñar, sobre todo gracias a la relectura de una ficción tan bien construida.

domingo, 10 de mayo de 2020

SANTUARIO, PERVERSA REALIDAD



Todos los críticos y estudiosos de William Faulkner afirman que la primera versión de su libro Santuario contenía tal crudeza que era casi intolerable, esa era la razón por la que ningún editor se atreviera a publicarlo. 


Faulkner trabajó por segunda vez en la novela con la intención de mejorarla en sus aspectos técnicos y tal vez así  disimular su contenido violento. Se sentía avergonzado por haber escrito un libro pensando solamente en algo que atrajera a los lectores. “Para mí esta es una idea barata porque fue deliberadamente concebida para hacer dinero”, escribió en el prólogo, una vez impreso el libro.

La historia publicada en 1931 contiene, al igual que en su primera versión inédita, violencia, sexo y decadencia; pero el abordaje de estos temas, la forma que tiene el libro, hace que, más que concentrarnos en lo escandaloso, seamos encandilados por una prosa persuasiva que nos sumerge en los aspectos más corruptos del hombre.

La trama del relato gira en torno a Temple, una chica bien, que es violada por un gangster llamado Popeye para ser sumergida en un mundo corrompido; y a Horace Benbow, un abogado idealista, que intenta ayudar a Lee Goodwin, acusado injustamente de asesinato.

Santuario demuestra lo torpe y mediocre que puede resultar el bien, en un mundo que ha sido colmado por el mal. Las buenas acciones de Horace son confundidas, mal interpretadas. Su hermana lo censura y reprocha por ayudar a delincuentes deshonrándola a ella y a su familia. La población de Yoktapatawpha lo mira como un necio oportunista, más interesado en la mujer de su cliente que en ganar el juicio. Mientras tanto, Popeye parece salir siempre impune durante todo su camino maléfico, hasta que la desidia -quizá la culpa, algún sentimiento por Temple- se apodera de él y se abandona.

Santuario se parece mucho a la realidad, en su forma más perversa: los honestos son descritos y entendidos como bobos inútiles que con sus buenas acciones no logran nada;los corruptos y charlatanes, en tanto, se muestran seguros, triunfan,  son los héroes que la masa alza en hombros.

Esta clase de libros, con su espléndida arquitectura, además de fascinar a los lectores, logran suplantar a la realidad real para sembrar la alarma, la certeza de que algo debe cambiar, de que las cosas no andan bien, de que el mundo está mal hecho y debe ser reconstruido.


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